martes, 1 de abril de 2008

Erotizando a tu pareja: preparando algo divertido para comer


El siguiente relato es del autor del blog y muestra como se puede armar algo afrodisiaco con pocos ingredientes y mucha imaginacion.

Me acuerdo de aquella tarde de Julio en Mikonos. El calor era sofocante. Salíamos de Aghia Anna, esa playa tan íntima en donde se encuentra el agua más clara y uno de los mejores paisajes de la Isla.
El aire de Mikonos está cargado de un erotismo particular. Su vegetación y flores ayudan a dar ese sabor que se entremezcla con el calor y la alegría de su gente.
Volvíamos a la casita blanca que habíamos alquilado para pasar allí unos días de descanso. Para llegar necesitábamos atravesar caminitos intricados. Estaba, como muchas, pegada a una de las mil pequeñas iglesias del lugar.
Por el camino se destacaba un aroma que me era muy particular, el de las lavandas en flor. De pronto vino a mi memoria la receta de un increíble helado de esa planta; de esos que despiertan los más profundos instintos. Comencé a juntar sus flores. No necesitaba demasiadas. Con un puñado alcanzaría.
Aproveché que mi pareja tenía que hacer unas compras y me dispuse a preparar ese manjar. La sorpresa sería grande ya que jamás había mencionado antes: aquel exquisito helado. Los ingredientes eran pocos, los tenía en la heladera de kerosén y en la alacena. Me apresuré, le di bastante frío, revolviéndolo cada 15 minutos para que no se haga hielo y termine en una granita.
En los entretiempos preparé el lugar. La vista que tenía la casita blanca con su techo azul era fantástica. Dominaba toda la bahía de la isla. En la terracita armé una mesita baja.
Encontré unos mantelitos de algodón, blancos como la cal que pintaba la isla. Atardecía. La casa no tenía luz eléctrica. La había elegido justamente por eso. Solo la iluminaba la luz tenue de las muchas velas que allí se encontraban. Prendí solo unas cuantas y las coloqué en el piso.
Elegí unos vasos altos de vidrio con formas intrincadas. También preparé una botella de La Gran Damme en una frappera con agua e hielo. Como tenía cerca plantas de lavanda, regué el piso con varas florecidas. Imaginé que llegaría agotado luego de un día de playa, sol y compras; por lo que me pareció una buena idea esperarlo con un agradable baño.
Preparé la tina con agua apenas tibia, calentada solo por la temperatura del la isla, puse dentro sales y frescias recién cortadas. Me sumergí dentro, a su espera.
Cuando llegó y vio la escena, sirvió, entusiasmado, dos copas de Champagne y se sumergió a mi lado.
Nos quedamos largo rato charlando y bebiendo. Al salir de la tina, el sol caía frente a nosotros con esa imponencia de espectáculo único.
Al rato fui hacia la heladera de kerosén, tome los helados y los llevé a la mesita. El clima era mágico. Caída de sol, aromas, calor, nuestros cuerpos aun mojados del agua y el helado de flores de lavandas recién cortadas.
Solo nos miraba un gato desde el techo de la casita azul y blanca. Para que más?

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