domingo, 5 de julio de 2009

Orgasmo


A menudo cuando hablamos de nuestras relaciones sexuales e intentamos recordarlas, aparte del lógico pudor que nos conduce a ahorrar detalles, nos sorprendemos pues sólo recordamos con plena lucidez los preámbulos.

El clímax sexual o el orgasmo, así como el tiempo de máximo placer, se nos presentan en la memoria como una nebulosa, de la cual podemos apenas dibujar fragmentos pero no recordar la intensidad o emular el estado de lo que percibíamos o sentíamos en ese momento.

Varios autores se han referido a la particular "seriedad" que invade a los amantes en el acto sexual. Entre otras explicaciones, se pueden encontrar frases como: "Desaparece entonces toda broma, toda frivolidad, toda galantería vacía. Cuando se ama no se ríe, si acaso apenas se sonríe. En los espasmos se está serio como en la muerte".

Esta seriedad, esta concentración, esta necesidad recíproca de dar y recibir, de alcanzar a través de una estimulación física, planos y estados no habituales de conciencia, son chispas del significado más profundo del acto del amor y del misterio y la mística que encierra.

Según se sabe, el clímax o el orgasmo corresponden a estados reducidos y a veces a interrupciones momentáneas de la conciencia voluntariamente inducidas. Ya que en ese estado de "trascendencia" parcial pero brusca, el individuo podría ser consciente y esa conciencia de sí mismo le reflejaría como un individuo, finito, empírico y condicionado.

Algo parecido ocurre cuando alcanzamos el umbral del sueño aunque en este caso , nos es más fácil ser conscientes de que interrumpimos la conciencia , porque queremos descansar y entramos en distintos niveles subconscientes.

Según muchas culturas místicas e iniciáticas, el acto sexual, la exaltación provocada por el magnetismo sexual, podría servir de apoyo, constituir una condición favorable a una "apertura" de la consciencia en el acto sexual.

En el Upanishads (Brihaddâranyaka Upanishad (IV,3,21.). Se establece el "raptus extásico", cuenta al respecto "Cuando un hombre es abrazado por la mujer, ya no sabe nada de exterior ni del interior"; en cierto modo se plantea una analogía entre esta experiencia y la que se produce cuando se manifiesta el âtmâ., el Sí transcendente."Así el espíritu cuando es abrazado por âtmâ, que es el conocimiento mismo, ya no ve las cosas exteriores, ni las cosas interiores".

Como es evidente no todas las prácticas sexuales que tenemos a lo largo de nuestras vidas tienen los componentes necesarios para una verdadera exaltación del ser o un éxtasis. Cabe diferenciar entre los estados nacidos de la espontaneidad innata, de la consecución de la atracción y la embriaguez sexual entre dos seres y el uso autoerótico, como la masturbación o las prácticas iniciadas con el objetivo de un autoplacer, un espasmo orgánico con el único
objetivo de alcanzar placer.

En este último caso, según se asegura y nosotros con nuestras experiencias individuales podremos cotejar, el amante se ve afectado por una especie de impotencia; no goza más que para sí mismo, ignorando la realidad del otro ser, sin alcanzar ese contacto con la sustancia, íntima, sutil y "psíquica" del otro, que es lo que puede alimentar una intensidad propiciatoria del éxtasis. En el Kâmas Sutrâ, se comenta al respecto: "La unión de una mujer de casta inferior, prolongada únicamente hasta que queda satisfecho el placer del hombre, recibe el nombre de "la cópula de los eunucos".

Aquí nos encontramos con una de las múltiples dualidades clásica del sexo, que a su vez mantiene dos corrientes literarias y filosóficas. Mientras para unos representa la idea de que la fuerza liberada de la sexualidad en el acto sexual puede actuar de manera purificadora y catártica; esto es lo que refleja el dionismo y todas las corrientes derivadas. Para otros es la exaltación del cuerpo o una religión pagana de la carne, entre algunos autores podemos encontrar a Lawrence.

La corriente dionítica es la que hemos planteado desde el principio y que más nos induce a la curiosidad, por su implicación mística. La mística de la carne plantea el prolongar el orgasmo mas allá de cierto límite, insistiendo en tal o cual procedimiento excitante, moviéndose estrictamente en plano físico y con el objetivo puro del placer. Pero quienes lo han intentado hablan de una sensación insoportable de fuerza que invita a desistir, se convierte en un acto doloroso, en una sensación insoportable que sube desde los riñones hasta el cerebro, es como si sólo las energía negativa llegara al umbral de la consciencia.

Estas declaraciones recogidas en infinidad de textos y experiencia nos recuerda entre otras filosofías y prácticas al yoga Tántrico y el despertar de la Kundalini, la base de la energía original, que puede ser ascendida tanto en negativo como en positivo de ahí la peligrosidad de algunas prácticas sin la debida preparación.

En culturas no occidentales como la árabe, las típica danza del vientre que todos conocemos y que actualmente se frivoliza como distracción para turistas, siempre ha representado dentro del marco de su cultura un carácter sagrado y tradicional. Tiene tres tiempos, marcados por la altura de los movimientos de los brazos y por expresiones del rostro, que corresponden a tres periodos de la vida de la mujer.

El último tiempo remite a la función erótica de la mujer, capaz de despertar en el acto sexual, la fuerza básica; en este último tiempo es donde figura el típico movimiento rítmico del vientre y del pubis. La verdadera danza es muy difícil y complicada, es un ritual simbólico, como un desenroscarse de la Kundalini. La mujer se acompaña cantando cantos embriagadores que riman la evasión, el ciclo de desenroscarse la energía, el paso de anillo en anillo, del primer al último centro.

Este esquema simbólico visual, nos lleva a recordar posturas y posiciones sexuales de algunas corrientes hindúes tántricas, es cuando la mujer desempeña un papel activo manteniéndose a caballo de hombre tendido inmóvil "remueve su cuerpo en un estremecimiento voluntario y cautivante".

Pero este elemento sutil, suprafísico queda neutralizado en seguida, sea por que se recobra la consciencia, sea por que se diluye con los sentimientos de simple intimidad humana amorosa.

Para tener conciencia de lo que realmente nos ocurre en un éxtasis sexual y poder recordarlo, tenemos que tener consciencia de lo que nos conduce a esa culminación en una relación sexual, qué afrodisíaco mental o físico estamos desarrollando o potenciando.

Lo que desde luego queda claro que en estos tipos de relación sexual, de verdadera unión más allá de lo físico entre amantes, de autentico éxtasis, es que el papel de la mujer no puede ser pasivo, pues es la encargada, como reflejan culturas del calado espiritual oriental, de despertar y motivar con movimientos , la energía básica de ambos y conducirla hasta envolver los actos de la sensualidad, de la fuerza y del estimulo de placer necesarios para alcanzar un verdadero
orgasmo, no un simple espasmo orgánico.

También queda claro que siguiendo el culto al autoplacer y a la carne, entramos inconscientes en una potenciación de la energía negativa, que a la larga nos provoca vacío e insatisfacción aparte de otros males derivados. Por eso es de gran importancia descubrir que es lo que nos excita actualmente ya sea por estimulo interno o externo.

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